Siendo lo más universal en la vida del mundo el dolor y el infortunio, atender a ello parecería la tarea urgente del nuevo libro de Juan Carlos Pajares, pues así lo anuncia el mismo título: desamparo. Pero no es sólo eso, es también una poética, la poética del desamparo. No es la estética o la poesía de tal estado. Es poética porque es, de nuevo, política, es moral, y sigue siendo oblicuidad entre lo nombrado, lo atraído sin un centro fijo, en la movilidad del hallazgo o del azar. Lo escrito y algo más. Ahora se ha abolido el calendario gregoriano, aflora el de la revolución francesa; qué acierto, salirse del santoral para llamar a los meses y los días con otros nombres tan hermosos: el día carbón, el 2 del mes nevoso; el día violeta, el 8 del mes ventoso, aquel almanaque secreto es ahora republicano. Trabajos y días, mirar, leer las noticias, volver a mirar, vivir. Como si al que sólo mira le envolviese lo mirado y se le despertase una conciencia, una conciencia que busca y quisiera ofrecer eso, una palabra necesaria y hermosa, amparo, porque sabe la extensión de su contraria, desamparo. Sólo con pronunciarla uno se queda a la intemperie, sin cobijo, en la calle; o bajo las estrellas. Ildefonso Rodríguez