En los últimos años, el diálogo de la filosofía con disciplinas ajenas a sí misma ha dejado de ser una grata excepción o una feliz anomalía para instalarse en el corazón de esta actividad incluso en el marco de la filosofía más académica. En ese sentido, como señala su autora, estos ensayos examinan algunas cuestiones fundamentales sobre las relaciones entre filosofía y literatura: la relación entre el estilo y el contenido en el examen de cuestiones éticas; la naturaleza de la atención y del conocimiento ético, así como la relación que éstos mantienen con los estilos y las formas de escritura, o la función de las emociones en la deliberación y el auto-conocimiento. Los ensayos abogan por una concepción de la comprensión ética como una actividad que es tanto emocional como intelectual, y se concede una cierta prioridad a la percepción de personas y situaciones concretas sobre las reglas abstractas. Se sostiene que esta concepción, lejos de ser imprecisa e irracional es, de hecho, superior en racionalidad y en el género de precisión que se considera relevante. Se sostiene, además, que esta concepción ética encuentra su expresión y exposición más apropiada en determinadas formas que normalmente se consideran literarias, y no así en las filosóficas, y que, si nos queremos tomar en serio esta idea, debemos ampliar nuestra concepción de la filosofía moral con el fin de dar cabida a este tipo de textos.