¿Qué es la vida? Tal era la pregunta que se planteaba Erwin Schrödinger en su célebre conferencia del Trinity College de Dublín en 1943. Hoy días, a pesar de los inmensos avances realizados en los últimos tiempos, aún estamos lejos de dar una respuesta satisfactoria. El enfoque reduccionista de la biología molecular ha demostrado ser inmensamente poderoso. Pero el ADN no es la vida. Se necesita todo un ejército de proteínas para desentrañar, editar y ejecutar la información que contiene. Sin ellas, no es más que una base de datos inerte, llena de errores y repeticiones. Para comprender la naturaleza de la vida, tenemos que evitar obsesionarnos únicamente con los genes, debemos dirigir nuestra mirada a la interacción de procesos que tienen lugar en distintos niveles, de lo molecular a órganos y sistemas completos. Tal es el ámbito de la biología de sistemas, un campo que ha experimentado un fuerte crecimiento en la pasada década. Noble, uno de sus fundadores, sostiene que, lejos de ser una visión holística vaga, no satisfactoria e incluso ligeramente mística, la moderna biología de sistemas puede ser tan matemáticamente rigurosa y exacta como el enfoque reduccionista con el que la biología molecular ha permitido acumular una ingente cantidad de conocimiento en los últimos cincuenta años. Y puede que este sea el punto de vista que necesitamos adoptar para conseguir una comprensión más profunda de la naturaleza de la vida.