Para el centenario del poeta Álvaro Mutis, Gonzalo García Barcha, conel refrendo de Mateo García Elizondo, nos invita a releer una de lascumbres de su obra poéticaA lo largo de su vida, Álvaro Mutis fueempleado en relaciones públicas, vendedor itinerante, escritor denovelas de aventura, poeta de la errancia y del mar, reo en el Palacio Negro de Lecumberri por «delitos líricos y gastronómicos», apasionado de la historia, y un irredento jugador de billar. «Un poema tiene que ser como una carambola», llegó a decir, «uno golpea la bola que va aarrancar, y con ella golpea las otras dos de forma armónica, y ya. Eso es un poema». Aquí se recogen los cantos que le compuso entreduermevelas e insomnios febriles a ese manto oscuro que se debate conla luz de las lámparas, apoderándose del día y arropándolo todo, ydetrás del cual se revelan los contornos de un paisaje a vecesvertiginoso, a veces sombrío, pero casi siempre cómplice y acogedor.Con la lucidez que otorga la noche, Mutis evoca en estas páginas losvientos inhóspitos, la lluvia sobre los cafetales, el silencio de unespejo que ve todas las intimidades, y los ríos que arrastran navíosoxidados, dejando por su paso estelas de vapor. Por ellas desfilansantos, reyes y generales,desfila el tiempo que lo conquista todo, que atrae al destino y arrasa con la más gloriosa existencia, salvo la de la noche que regresa, siempre cambiante, pero idéntica a sí mismadesde que el mundo tiene memoria. Mateo García Elizondo