Carlos, un joven forense de los años cincuenta, desesperado a causa José Luis Muro de un amor -frustrado por decente necesidad-, se ve impulsado a una multitud de disparatadas peripecias, de esas que ninguno de nosotros desearíamos, ni tan siquiera oler y menos aún, incluso, verlas rellenar los años más fecundos de nuestras vidas. Suerte que para salir adelante, cuenta con parientes, vecinos, amigos y, sobre todo, con cadáveres, médicamente que destripar. Viaja destinado al África, pero no mejora gran cosa su situación, pues con él lleva en sus maletas algunos de los problemas vitales que hace tiempo acarrea, por culpa de las golferías de su padre. En realidad, naderías, si lo comparamos con las amistades que entabla en esas tierras y las correrías, para todos los gustos que allí se monta, en locales de escasa iluminación, tugurios, tabernas o bares tropicales, de dudosa apariencia y salubridad escasa. Las guerras del 36 y la de Rusia, que ambas sí las vivió su padre don Fabián intensamente, en nada desmerecerán a la suya propia, por tierra, mar y aire en lucha por la vida y..., hasta su desgraciada muerte.