Para la tradición judía, el sentido del Antiguo Testamento es inagotable: la interpretación es libre de llenar los blancos y los márgenes con signos lingüísticos y de proponer, de generación en generación, nuevas lecturas. En oposición a toda visión dogmática, esta permanente invención constituye la esencia misma de la Revelación. Las múltiples interpretaciones de la Biblia buscan ante todo reencontrar el aliento original que anima el texto, los ecos aún audibles de la voz infinita que habla a través de él. Hay allí algo así como un Eros que vivifica el texto, reflejo lejano de la palabra divina. Empero, dado que esta palabra está destinada a los hombres, y dado que apunta a ordenar su vida en esta tierra, en el texto bíblico el aliento original del Eros divino se encarnó en el discurso de la Ley. En esta obra, Stéphane Mosès hace una lectura de los textos mayores de la Biblia, reinterpretándolos en los términos del discurso filosófico occidental, y sometiendo ese discurso, a su turno, a las categorías judías que lo trabajan desde el interior. Mosès muestra cómo, en esos textos, opera la relación entre el Eros y la Ley, el deseo y la regla, la promesa y su cumplimiento, la experiencia de lo ilimitado y las fronteras del lenguaje. Y, por otra parte, cómo esos temas encuentran eco en la filosofía occidental, no sin cuestionarla y provocar en ella desplazamientos inéditos en relación con la tradición ""griega"". De esos desplazamientos nace un modo distinto, a la vez nuevo y muy antiguo, de leer la Biblia, y, por tanto, una manera distinta de descifrar el mundo, otra manera de proyectar en él un sentido.