Entre 1895 y 1898 varias decenas de vecinos de Baracaldo tuvieron que combatir en las guerras de Cuba y Filipinas. Muchas de las cartas que escribieron a sus familias o a sus amigos fueron llevadas al Ayuntamiento para solicitar una ayuda municipal. Allí quedaron depositadas y luego archivadas. Su hallazgo más de un siglo después ha permitido conocer sus personalidades, sus experiencias bélicas y qué pensaban de ellas. También sus preocupaciones. Tales relatos no son una exposición fría, sino el testimonio vívido de gente del pueblo ?casi todos eran jornaleros? que hubo de abandonar su vida cotidiana e ir a luchar en condiciones durísimas a lugares exóticos. Nos transmiten los apuros del viaje hacia los puertos cubanos o hacia Manila, la forma en que luchaban en la manigua, los combates, el temor a que les hirieran al machete, las larguísimas marchas, las enfermedades tropicales que hicieron estragos, sus encuentros con los insurrectos? También nos trasmiten sus impresiones sobre los sitios que conocieron y hablan de los problemas de sus familias, de si había trabajo y de sus expectativas. Este libro, que reproduce las cartas, reconstruye los avatares bélicos desde la perspectiva de los soldados, que suele faltar en los relatos de las guerras. Hay noticias de enfrentamientos y muertes, pero también de amistades, ilusiones y opiniones sobre lo que sucedía. La narración no sólo permite conocer las experiencias militares. También nos acerca a la forma de vivir y de pensar que tenían los baracaldeses de finales del XIX.