Desempeña un cargo importante en todos los sistemas represivos de los Estados miembros del Consejo de Europa, sin embargo la prisión es la institución más desconocida del público. Fuera de sus ""usuarios"" y de algunos especialistas, nadie prácticamente conoce la misión que se le confía y las dificultades con que tropieza para cumplirla. En algunos países, encerrada en sí misma, ocultada en el fondo de una mazmorra tal una enfermedad vergonzosa, la prisión sólo viene a ser objeto de conversación cuando ocurre un incidente particular: una evasión, un motín, el suicidio de un detenido, etc. E incluso cuando se habla de ella en ese momento, pocas veces se hace de manera objetiva. Según el acontecimiento reaparecen viejos demonios. Así, cuando se evade un delincuente confirmado, se desprecia al personal, acusándolo de incapacidad profesional. O bien, al final de un motín, la prisión es considerada como demasiado lujosa, demasiado benigna -el mito de la prisión ""cuatro estrellas"" tiene siempre sus adeptos- para ""criminales peligrosos"" y se echan de menos ciertos métodos antiguos de exclusión: las galeras, los presidios, incluso procedimientos de eliminación rápida ... y definitiva. O bien, por último, después del suicidio de un detenido desesperado, algunos juzgan la prisión demasiado inhumana y desean pura y simplemente su supresión. Rigor excesivo por un lado, sensibilidad exacerbada por otro (incluso sensiblería) sea lo que sea, una vez difuminada la actualidad del acontecimiento la prisión vuelve a caer en una indiferencia total. No obstante está ahí, sin duda alguna está ahí, y detrás de sus altas paredes y de sus barrotes están hombres: los detenidos y los que detienen. Los derechos del hombre en las prisiones Consejo de Europa