Vuelve César Antonio Molina con el sexto volumen de sus memorias de fi cción, centradas en esta ocasión en una figura que ya era clave en las anteriores entregas: la del paseante. Aunque en Todo se arregla caminandoeste paseante no es únicamente el hombre que avanza a pie por las calles de la ciudad, y tampoco (o no solo eso) el que va de pueblo en pueblo recorriendo los caminos. Los «paseos» de César Antonio Molina se valen de otros medios de locomoción que le permiten llegar a Ginebra, Milán o Varsovia, y no se circunscriben solamente al presente, sino que son también paseos por el pasado (por el pasado de la cultura) gracias a los cuales César Antonio Molina conversa con los fantasmas de Nabokov, de Musil o de Rilke. Ya sea refl exionando junto a un cementerio judío, comentando su afición a las plumas estilográficas, hablandode Larra, de cine o sobre la pintura de huertos y jardines, la prosa de Molina mantiene la misma tensión y ductilidad que cuando refl exiona con sagacidad y acritud sobre los males de la educación en Europa o el pésimo trato que el poder le da a la cultura.