La virginidad cristiana mereció una atención especial entre los múltiples quehaceres pastorales del santo obispo de Milán. Los escritos que aquí presentamos son fruto de su predicación, como la mayor parte de su producción literaria. Son cuatro tratados: Sobre las vírgenes, La virginidad, La educación de la virgen y Exhortación a la virginidad. Hay que hacer notar que el título de La educación de la virgen es relativamente moderno, pues en la tradición manuscrita se acostumbraba a denominar De perpetua uirginitate sanctae Mariae ad Eusebium. Desde los primeros tiempos del cristianismo, las vírgenes cristianas vivían una dedicación a Dios en el seno de su propia familia, aunque ocupaban un lugar distinguido en las celebraciones eucarísticas. Esta era la situación en la que se encontraban las vírgenes en el Occidente cristiano del siglo iv. No ocurría lo mismo en Oriente, donde el monacato femenino tenía ya un creciente desarrollo y las vírgenes vivían en comunidad. De todas maneras, en la segunda mitad de este siglo se empieza a notar una gran influencia del monacato oriental en el Occidente latino. El lector comprobará que Ambrosio muestra un empeño decidido en destacar el carácter sobrenatural de la virginidad, frente a las afirmaciones de quienes no entendían este modo de vivir cristiano. Las jóvenes cristianas que se decidían a llevar este género de vida tenían que superar los prejuicios del paganismo circundante, tanto por lo que se refiere a las «vestales» romanas, como a los egoísmos del padre de familia, que en aquella época ejercía un poder casi absoluto.