El texto sociológico, literario o de cualquier índole se puede abrir en su lectura y análisis a otros textos, a temáticas que desbordan lo que el propio texto explicita, de forma que la lectura, abordada en su radicalidad, se convierte en última instancia en un encadenamiento de textos disímiles del que no cabe decir a priori dónde nos conducirá. El texto muestra así una doble faz en la medida en que posee valor en sí mismo pero también una riqueza, eventualmente inagotable, en tanto se convierte en pretexto para saltar a otros textos, en una excusa que nos permite seguir leyendo y adentrándonos en las oquedades de lo social.