Nueva York, 1903: en la ciudad de las oportunidades, en la que desembarcan doce mil extranjeros cada día, en la que los italianos son detestados como extraños supersticiosos y criminales, recalan desde Tufo de Minturno –un minúsculo pueblo sobre el Garigliano, en la provincia de Caserta– Diamante y Vita, dos chiquillos de doce y nueve años. Picaresca y fantástica como una novela, Vita, sin embargo, no es sólo una novela. Los dos chiquillos existieron realmente, como existieron la pensión y los muchos personajes que animan esta historia. Para escribirla, la autora ha entretejido los hilos de las memorias familiares y, partiendo de los relatos de su padre y de un tío ciego, ha hallado documentos y rastros en los periódicos de la época, en correspondencias privadas, en los archivos de la policía de Brooklyn, en las listas de los pasajeros de los navíos, en los expedientes de las Railways Companies americanas.