Catalina de Erauso, tras abandonar el convento de San Sebastián, se vistió como hombre y se fue a América, donde alcanzó el grado de alférez. Allí mató a muchos hombres en duelos y reyertas. Fue detenida en Perú y condenada a muerte tras otra de sus habituales trifulcas. De regreso a España fue recibida por el rey quien le autorizó a usar nombre masculino. También el Papa le permitió vestir de hombre. Tras estas aventuras regresó a América, esta vez a México, abrió un negocio y vivió con identidad masculina hasta su muerte.