Reyes Mate nos presenta su último libro: un ensayo sobre el papel político que la memoria puede y debe jugar en nuestro tiempo. Justamente ahora, cuando nuevas iniciativas solicitan la necesaria revisión de ciertas heridas mal cicatrizadas, Mate nos recuerda que la memoria, aunque haga peligrar la legitimidad de nuestro presente, es imprescindible para dotar a la justicia de su verdadero sentido. Pero las actuales discusiones sobre la noción de memoria se imbrican en una problemática mucho más amplia que cuestiona la arquitectura general de nuestra cultura y nuestra forma de entender la realidad, y que es desentrañada en detalle por el autor. Así, Mate nos propone pensar cómo la filosofía es la manera que Occidente ha tenido de situarse en el mundo, de pensarlo y aprehenderlo, cultivando a través de ella una peligrosa tendencia al logocentrismo y al eurocentrismo. La tradición del pensamiento europeo se ha autoerigido así a lo largo de la historia como único modelo a seguir, exigiendo e imponiendo la occidentalización de la realidad en su conjunto. Este modelo de carácter universalista, sin embargo, da lugar a amplios espacios de marginalidad, exclusión o invisibilidad: discursos tradicionalmente desatendidos en los cuales es posible leer igualmente un relato vertebrador de nuestro presente y nuestra cultura. Teniendo como referentes la literatura de García Márquez y Kafka, el pensamiento político de Benjamin y Rosenzweig, la teoría hegeliana del Estado o los diarios escritos por Hillesum dentro del campo de exterminio, Reyes Mate nos presenta una composición rizomática de reflexiones que cuestionan este sistema de marginación impuesto por Occidente. Un viaje -de los calles de México D.F. a la franja de Gaza y de la memoria de Auschwitz a la de Belchite- del que surgen innumerables preguntas: ¿podría América Latina detener su loca carrera hacia la marginación abandonando la agenda política, económica y cultura impuesta por los países ricos como única forma de «progreso»? ¿qué relación hay entre las nociones de «progreso», «fascismo» e «imperialismo»? ¿debe jugar la memoria - incluidas la memoria del expolio de Latinoamérica y la del genocidio nazi- un papel político en nuestras sociedades? ¿es posible, más allá del consuelo y la veneración, pensar políticamente a las víctimas -de la conquista de América, de la guerra civil española, de Auschwitz o de cualquier forma de terrorismo- y llegar así a un cuestionamiento radical de la relación histórica que une política y violencia, «progreso» y creación de nuevas víctimas?