Al viaje le es propio el ejercicio de la mirada, una incursión sobre otros mundos ajenos, apenas una ráfaga que ilumina en breves instantes los abismos de un personaje, los mapas ocultos de los lugares, el drama de una realidad que sólo emerge a la luz en ese momento fugaz. La mirada de Ricardo Martínez Llorca va más allá de la del viajero para extraer de la liviandad efímera con la que atravesamos los lugares, todo el fulgor literario de esos momentos. En este relato, un viaje a Mozambique para trabajar por unas semanas en una organización de ayuda humanitaria, hay imágenes bruñidas con una prosa exacta, poética y siempre evocadora que deja en los lectores espacios e interrogantes que completar pues, "la sabiduría se encuentra en el interior del silencio". El autor recorre algunos lugares del país y a cada paso tropieza con las víctimas de una realidad que es común en muchos países de África, pero que aquí se muestra en su descarnada crudeza, pues sólo han transcurrido apenas una decena de años desde el fin de su guerra civil que duró 16 años.