Un poder excepcional radica en la obra de Miguel Esteban, en ocasiones son suaves trazos que van afilando los aspectos de la realidad, enigmática y que nace de una posición visionante y encajada para ese truque vital del artista con su entorno. Se podría definir claridad y firmeza. Esas dos formalidades patrocinan la construcción de poemas, como lienzos, cargados de un infinito e interminable aleteo con el juego pasional que queda alterado entre la belleza de los ángulos construidos. Hablaríamos de un humanismo fruto de las semillas cordiales que se imprimen con serenidad. Ese reposo en ocasiones vuela hacia la huida del marco espacial y son como una transfusión de trazos que en su evanescencia velan para llegar a un alimentado simbolismo que se fusiona con la propia vida del autor. En definitiva una poesía de alto desarrollo plástico que interpresa sueños y perspectivas conexionadas con ese azar que es la vida desmenuzada, un intento de formalizar interpretaciones de la materia. El sustrato final es magia personal y bellamente desafiante en todo el poemario.