El paisaje no sólo es estética, es emoción y alma, individuo geográfico, como nos recuerda el autor; un espacio imaginado sobre el que proyectamos nuestras emociones y humanidad. En este ensayo, Martínez de Pisón nos recuerda que su comprensión es camino a la comprensión, de ahí la importancia de cultivar y refinar nuestra mirada.