Este pequeño libro toma su título de otro, muy hermoso, escrito en francés por René Voillaume. En él se reitera la invitación hecha por el autor de estas hermosas páginas hace ya casi veinte años en otro librito que este viene a reemplazar. Ahora se invita más precisamente a «la práctica de la oración», como dice el subtítulo. No pocas cosas han cambiado desde el comienzo de los años noventa del siglo pasado en la vida de las personas, en la sociedad española y en el ancho mundo. Pero sigue plenamente vigente, sentida tal vez con más urgencia por las comunidades cristianas, la necesidad de la oración. Han pasado los años en que nos contentábamos con afirmar que «todo es oración», sin caer en la cuenta de que, para que eso sea así, que puede serlo, es indispensable dedicar mucha atención, tiempo y esfuerzo a ejercitarse a orar, a la práctica expresa de la oración. Y es que orar es para el ser humano, antes que nada: obligación, exigencia o recurso, una verdadera necesidad. Una necesidad que surge de lo más profundo de nosotros mismos, de nuestro corazón. Habitados -tomemos o no conciencia de ello, queramos reconocerlo o no- por un Misterio que es mayor que nosotros mismos, que nos precede y nos atrae como una fuerza de gravedad hacia lo alto, es natural que todas las dimensiones de nuestro ser humano: la razón, la palabra, el deseo, la misma corporalidad, transparenten esa Presencia y tiendan de suyo a servir de cauce para hacerla efectiva.