Ana Belén Martín se ocupa aquí de una determinada generación de autores cubanos, la que comenzó a publicar o exponer entre mediados de los 80 y mediados de los 90, precisamente los años en que esa generación sintió que era posible cambiar cosas en Cuba y se propuso reaccionar en ese sentido. En particular su estudio aborda las resonancias que hayan tenido las obras de entonces para la conformación de una suerte de incipiente sociedad civil, algo que se ha sugerido o esbozado o dado por sentado muchas veces con relación a ese grupo generacional, pero sobre lo cual no existía, hasta ahora, un análisis en detalle. Las expectativas de entonces terminaron en desilusión; la autora, en un análisis que no por comprometido deja de ser lúcido, centra su atención en la relación que entre la literatura y la plástica se produjo entonces en la isla, y en el recorrido que va de la voluntad participativa inicial al desencanto y la disolución de aquel discurso generacional que pudo, en su día, acercar como partes de un conjunto a obras en ocasiones muy alejadas entre sí. Es en este sentido que el libro apunta a la repercusión de esa eclosión de autores y obras en el diálogo público en Cuba, sobre todo en los 90, una etapa (y una perspectiva) sobre la que tampoco se ha escrito mucho, y en cualquier caso, nunca estableciendo explícitamente ese vínculo entre literatura y plástica como facetas de un mismo movimiento estético (que es lo que propone Ana Belén Martín). Y lo hace sin perder nunca de vista, y quizá ahí resida uno de sus mayores atractivos, las maneras en que textos y obras asumen su propia entidad frente a la circunstancia en la que fueron creados.