Pronto hará veinte años desde que se definió, de forma oficial, el concepto de desarrollo sostenible. En este intervalo de tiempo que ha transcurrido desde el Informe Brundtland hay quién ha contabilizado más de doscientas interpretaciones distintas del término; para unos se trata de una perogrullada, un cliché, una frase hecha y hasta un engaño. Para otros, es útil porque define una filosofía y se ha conseguido que el desarrollo sostenible se convierta en un objetivo planetario al que, en la actualidad, se han adherido prácticamente todos los países porque, es bien cierto, nadie puede estar en contra de una idea de naturaleza intrínseca tan positivista: el desarrollo sin degradación. El problema de fondo radica en si, en general, los gobiernos de todo el mundo, incluyendo autoridades regionales y locales, son conscientes de a qué se han comprometido y a que se comprometen. Porque el desarrollo sostenible, además de partir de valores y prioridades distintas a la planificación económica tradicional, se mueve en horizontes temporales y espaciales muy diferentes. Esta publicación tiene por finalidad profundizar en estas cuestiones. En primer lugar, trata de aclarar el concepto, su evolución y los sistemas de medición alternativos y propios del desarrollo sostenible, centrándose en la huella ecológica como indicador sintético de sostenibilidad fuerte para, a continuación, proceder a su cálculo y aplicación, por vez primera, a la comunidad gallega. La segunda parte ofrece explicaciones alternativas a los resultados, tanto desde un punto de vista estructural como de gestión energética, culminando con un análisis de las políticas económicas medioambientales actuales y las perspectivas de futuro ante la inminente aplicación del Protocolo de Kioto.