El Digesto ha hecho correr ríos de tinta, pero no ha disfrutado de un proceso de investigación sistemática que permita un conocimiento ordenado. Ha sido abordado por la literatura desde perspectivas heterogéneas sin importar demasiado si resultaban compatibles o no con las precedentes. Con todo, algunos trabajos meritorios han iluminado aquí o allí ramas hasta entonces oscuras pero ninguno de ellos, por sí solo, ha permitido vislumbrar todo el árbol y mucho menos iluminar el bosque en el que se encuentra. Desde hace años -fundamentalmente desde la apoteósica aportación de Mommsen que nos ha acercado hace poco Bartol- es cada vez más factible ensamblar la linterna con las piezas dispersas aportadas individualmente por los estudiosos. La obra está cuajada de reproducciones textuales bien traídas, tanto que la Autora consigue convertirlas en ventanas abiertas a la época de Justiniano. Este admirable trabajo ha comenzado por la descodificación y vaciado de las fuentes. Aunque las fuentes analizadas son muy variadas, destaca el estudio de las cc. De conceptione et confirmatione Digestorum, del Index auctorum operarumque y, sobre todo, de las inscripciones del Digesto. Es natural que una investigación que tiene como finalidad nuclear el análisis de las obras de los juristas utilizadas por los compiladores para la composición del Digesto, se centre especialmente en el examen de las inscripciones que presiden los textos jurisprudenciales. Ese examen o, por decirlo mejor, el resultado del mismo, me parece tan sugestivo como polémico y no excluyo una futura discusión dura y rigurosa. En definitiva, este excelente libro sobre el Digesto se incorpora al grupo de producciones europeas más refrescantes del presente siglo del Proemio de Fernando Reinoso Barbero.