Durante milenios, la humanidad ha desconfiado de la fuerza del deseo, y ha intentado refrenarlo. La sociedad opulenta en que vivimos altera esa tradición. Tiene que estimular los deseos para sobrevivir. Hasta ahora, la economía estaba dirigida por la demanda. Ahora se rige por la oferta: primero se produce y después se crea en el público la necesidad de lo producido. Al investigar este asunto, Marina descubre que carecemos de una «teoría del deseo». ¿Qué es, de dónde procede, cuáles son sus determinismos, cómo se manipulan o se educan? «Deseo» es un término psicológico, pero la psicología lo elude. Es una fuerza sociológica, pero el mercado se limita a utilizarla. A lo lejos resuena la voz de Spinoza: «La esencia del hombre es el deseo.» Al fragmentarse sus deseos, también la esencia humana se fragmenta, y necesita una operación de bricolaje que la unifique. Al final, aparece un nuevo personaje: el espíritu.