Los textos que conforman el haz fúgido gravitan alrededor de una escucha interna, de la vivencia vital, extrema, desde la palabra, tanto más allá de los límites del pensamiento lógico-racional, alrededor de los distintos espacios en blanco y de los silencios intercalados, elemento cardinal donde la voz se expone al desnudo ante sí misma y ante las fuerzas que la circundan. El ciclo, dividido en tres espacios o umbrales llamados ""stanzas"" parece hacer alusión, de una forma subjetiva y a veces imbuida en la abstracción, a una especie de travesía, de errancia, de viaje hacia lo desconocido. La forma y la no-forma conviven juntas. Entre el pálpito de cierto misterio, los símbolos, los signos, las figuras, las marcas, las correspondencias, se superponen como en un palimpsesto, en un tejido cambiante y en fuga que se hilvana y se deshilacha por momentos. Al igual sucede con los cinco dibujos. Si aquí existe la noción de paisaje, ésta pertenece quizás a un flujo, a una corriente de alguna manera diríase que invisible. Cosmos y microcosmos se conjugan en una sola faz.