Se ha creído generalmente que la obsesión moderna por los matices, por la ambigüedad de la expresión y por los rasgos sugestivos deriva de propósitos artísticos puramente técnicos, y desde el simbolismo se ha contemplado casi como la única posibilidad de ampliación de la eficacia expresiva y la sensibilidad artísticas. El autor propone una interpretación distinta, según la cual lo decisivo son los factores ideológicos, las estrategias mentales, las visiones del mundo. Partiendo del análisis del vínculo del ocultismo con las artes -y también con la ciencia y la religión-, Luque sugiere que hay una poderosa raíz irracionalista en la cultura moderna que conduce a las artes visuales a la abstracción completa, y cuyo sentido es el de la hostilidad al realismo y la resistencia al desencanto de¡ mundo. En las relaciones entre ocultismo y arte, distingue la solidaridad casual y manifiesta de la identidad profunda y latente. Muestra, por ejemplo, que la teoría musical de Schtinberg, pese a su aparente justificación técnica y estética, está tan estrechamente ligada al espiritismo como la doctrina de Kandinsky, por más que aquél no se prodigase, como éste, en declaraciones explícitamente espiritistas. Analiza diversas expresiones de ""desmaterialización"" artística y en particular el sutil papel del wagnerismo en apoyo de la tendencia a lo vago, volátil, incorpóreo e inhumano o infrahumano.