En su diario de 1808, el jesuita expulso Manuel Luengo ofrece un testimonio de primera mano sobre diversos acontecimientos determinantes en la evolución política de Europa: la ocupación de Roma por parte de las tropas napoleónicas y la reclusión del papa Pío VII en su palacio del Quirinal, así como los vertiginosos sucesos que desembocaron en la Guerra de la Independencia española. Todos estos aspectos recibieron un minucioso tratamiento en el diario del jesuita, que suscribía las principales tesis ideológicas de la Compañía de Jesús. Desde esta perspectiva, la Historia europea de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX era el resultado de las conspiraciones de filósofos, jansenistas y francmasones. Desde el observatorio romano, los jesuitas exiliados fueron testigos excepcionales de las ambiciones militares de Napoleón. Además, a pesar de las limitaciones impuestas a la comunicación con España, pudieron conocer los hechos que desencadenaron el inicio de la Guerra de la Independencia y valorarlos según su peculiar espíritu contrarrevolucionario, para el que los franceses encarnaban el mal absoluto.