Son las manos del vestidor las que culminan el trabajo que comenzó elimaginero con una gubia en su taller. El arte de vestir a las imágenes de la Virgen María (Imago Mariae), ha ido trasladándose desde elanonimato y hasta casi lo accesorio, a una parcela que actualmentetiene gran importancia, puesto que se ha puesto de relieve lanecesidad que existe de una correcta estética en las hermandades, quemueva a la piedad de los fieles y que por la misma, se exalte lafigura mariana. De ello, siempre se han encargado los vestidores,hombres en su mayoría, de los que ya tenemos constancia en el sigloXVI, auténticos artistas de lo efímero, creadores de estilos para cada Virgen, que han sabido suplir con su trabajo en una obra de candelero lo que hace el escultor y el policromador con las de talla completa.El interés por este tema va mucho más allá que la mera contemplaciónde los diversos atavíos con el que durante el año lucen las vírgenes,sino que hay una auténtica demanda por conocer su historia, sulenguaje iconográfico e iconológico y por saber qué mensajes seesconden tras los mantos terciados o suelto