Cuando Lope de Vega escribe Las bizarrías de Belisa tiene a sus espaldas una extraordinaria trayectoria en la que confluye éxito y desgracia, fama y condena. Lope goza del privilegio de ser un mito canonizado en vida y se ve apremiado por desencantos que vierte en una expresión estética que oscila entre lo realista y distorsionado. Sus relaciones con el todopoderoso valido del rey, Conde-Duque de Olivares, son poco armónicas, y su situación fluctúa entre el reconocimiento literario y evadirse de la Corte. Aquí la ciudad de Madrid invade el texto con un marco tan hermoso de día como inhóspito de noche, bullicioso e impredecible, incita a una serie de conductas agresivas, desde la inauguración de nuevas respuestas a la violencia simbólica que impone el trazado de calles y edificios. La comedia establece una compleja relación entre comportamiento humano y entorno arquitectónico muy interesante para el lector moderno.