En la última década del siglo XX, cuando el mundo empequeñece a ojos vistas y las culturas parecen homogeneizarse con rapidez vertiginosa, ¿qué sentido tiene la antropología? Durante dos siglos y medio, la disciplina ha acumulado innumerables estudios sobre culturas exóticas, que ha tratado de agrupar y comparar con el propósito de poder generalizar sobre los orígenes del hombre, la variedad de los pueblos, la estructura, función y evolución de las instituciones económicas, políticas y sociales, el sentido de los diferentes sistemas ideológicos, etc. Pero ¿cuál es el balance del proyecto ilustrado de una ciencia del hombre? Según el pensamiento posmoderno, la aventura del saber antropológico fue un error inmenso, o al menos una ilusión perniciosa. La antropología sólo debería aspirar al género etnográfico, es decir, al estudio intensivo de pequeñas comunidades exóticas. Para el posmoderno, toda generalización es anatema. En ""La identidad de la antropología"", Josep R. Llobera acepta el desafío posmoderno y enristra la lanza en defensa de una concepción a la vez humanista, crítica y científica de la disciplina. El autor, anclado firmemente en una antropología que rehúye lo exótico y que instala sus laboratorios en el mundo europeo y mediterráneo, restituye a la disciplina su proyecto científico que la revolución malinowskiana llevada a sus extremos había perdido de vista. Contra la opinión mayoritaria de la profesión, el libro defiende la tesis de que el trabajo de campo no es más que una técnica de recogida de datos, y no la razón de ser de la antropología. El autor deshace alguno de nuestros mitos más queridos (como la idea del Mediterráneo como un área cultural), analiza con valentía algunas zonas poco frecuentadas del discurso antropológico, como la cuestión del etnógrafo y el racismo y la inevitable presencia del imperialismo cultural del Norte en nuestras latitudes, para terminar con un análisis detallado del estado actual de la antropología y con una consideración de las perspectivas de futuro.