La primera obra en la que Levrero desnudó sus sentimientos sin esconderlos detrás del absurdo o del humor y significa realmente un quiebre, una conversión, ya que luego de ella comenzó su escritura con visos autobiográficos.
«No estoy escribiendo para ningún lector, ni siquiera para leerme yo. Escribo para escribirme yo; es un acto de autoconstrucción. Aquí me estoy recuperando, aquí estoy luchando por rescatar pedazos de mí mismo que han quedado adheridos a mesas de operación, a ciertas mujeres, a ciertas ciudades, a las descascaradas y macilentas pareces de mi apartamento montevideano que ya no volveré a ver, a ciertos paisajes, a ciertas presencias. Sí, lo voy a hacer. Lo voy a lograr. No me fastidien con el estilo ni con la estructura: esto no es una novela, carajo. Me estoy jugando la vida.»
Mario Levrero
La crítica ha dicho...
«Mario Levrero es para las letras latinoamericanas el gran descubrimiento de este siglo.»
Revista Eñe, Diario Clarín