Entró en la sala de vistas. Se deleitó contemplándola. Ante sus ojosse presentaba solemne, imponente, majestuosa. Olía al valor de lajusticia. Inspiró con fuerza. En el centro del estrado, elevado sobrela rasante de la estancia, divisaba la butaca desde la que iba adirigir el juicio. En la parte inferior del estrado se distribuían los asientos, aún vacíos, que aguardaban a los asistentes ávidos dejusticia. En uno de los rincones descansaba la bandera de España y enuna de las paredes, su majestad el rey Felipe VI, en un cuadro,aguardaba con parsimonia lo que iba a suceder, testigo mudo deinnumerables condenas y absoluciones.La auxilio judicial abrió el portón de entrada a la sala de vistas,dando paso a los abogados, fiscal y oyentes que fueron entrando yocupó cada uno de ellos su lugar. Los abogados y el fiscal tomaronasiento a la altura del juez.El juez tomó la palabra.
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