Los espacios forestales tradicionales han proporcionado recursos a las comunidades asentadas en sus inmediaciones. En un principio, la economía pastoril fue la base de su subsistencia y el monte, refugio ante los peligros procedentes del exterior. Los avances tecnológicos en los albores de la revolución industrial encontraron respuesta franca con la provisión de recursos útiles para el carboneo, las ferrerías y para entibado de minas, construcción del ferrocarril y la propia vivienda ante la explosión urbana acontecida paralelamente. Ya en la época postindustrial las sociedades pretenden la conservación de estos espacios, en todo caso su aprovechamiento sostenible y su defensa ante accidentes destructivos como los incendios y la preservación ante la especulación urbana que pone en peligro importantes superficies forestales de la cuenca mediterránea. La reunión de geógrafos ruralistas españoles y franceses celebrada en Cuenca en junio de 2001 trató estos temas de interés dentro de las relaciones entre las comunidades agrarias y el monte, con un marco geográfico netamente Mediterráneo.