Cuba, pequeña isla del Caribe, vive bajo estado de sitio desde hace más de medio siglo. No se ha librado de nada: sanciones económicas, invasión militar, amenaza de desintegración nuclear, ataques terroristas y una implacable guerra política, diplomática y sobre todo mediática contra su pueblo, sus dirigentes y sobre todo contra su sistema político y social. No obstante, a pesar de su innegable estatus de víctima, esta nación se encuentra regularmente en el banquillo de los acusados. La retórica que machacan contra ella las grandes potencias occidentales y sus portavoces mediáticos opuestos al proceso revolucionario es conocida: derechos humanos, libertad de expresión, democracia. A diferencia de cualquier tribunal digno de ese nombre y respetuoso de los derechos de la defensa, Cuba se halla sistemáticamente privada de su derecho a replicar a los ataques, a exponer sus argumentos y a expresar su verdad