Ya han pasado más de treinta años desde la publicación de La estructura de las revoluciones científicas, de T. S. Kuhn. Fue y sigue siendo una obra fundamental para la historiografía de la ciencia. Pero, además, fue la que causó mayor impacto en la filosofía de la ciencia vigente entonces. Desde 1962 hasta hoy, Kuhn ha conseguido mantener el interés de sus críticos y de sus renovados enfoques. Lo cual pone de manifiesto dos cosas. La primera es la centralidad de las cuestiones que propone, incluso para sus oponentes y cualquiera que sea la perspectiva que éstos usen. La segunda, que supuestos esenciales que, al margen de otros personales, subyacían al rechazo de Popper en 1965 a la propuesta de Kuhn respecto al tipo de investigación a desarrollar, siguen condicionando el diálogo en la filosofía de la ciencia. A lo largo de esta dilatada polémica, Kuhn parece haber ido transformando lo que se presentaba como problemas distintos en distintos aspectos de una mismo problema. Mientras que previamente nos hablaba de proyectos de sociología de un progresivo desplazamiento hacia cuestiones centradas en el lenguaje. Los artículos que aquí presentamos constituyen una muestra de ello y el estadio más reciente de su evolución. La introducción ha corrido a cargo de Antonio Beltrán, profesor titular de Historia de la Ciencia en la Universidad de Barcelona