La Carta apostólica ""Mulieris dignitatem"" se sitúa en el contexto amplio del Año Mariano y tiene el estilo y el carácter de una meditación. Su intención primera es desarrollar los fundamentos antropológicos y tecnológicos que permiten descubrir la dignidad y vocación específicas de la mujer. Porque no es posible hablar de la presencia activa que la mujer ha de desempeñar en la Iglesia y en la sociedad sin apoyarse en aquellos fundamentos. Partiendo de la verdad revelada sobre la creación del ser humano, como hombre y mujer, y ahondando en el mensaje de Cristo, el documento pone de relieve la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre, tanto en los diversos campos de la convivencia social como en la Iglesia. Es verdad que la Iglesia, en el sentido jerárquico, está dirigida por los sucesores de los Apóstoles y, por tanto, por hombres, pero no es menos cierto que, en el sentido carismático ¿en la jerarquía del amor y de la santidad?, las mujeres la «conducen» igualmente e incluso mejor todavía. Claro es que la justa promoción de la mujer no ha de significar la renuncia a su femineidad ni la imitación del carácter masculino, sino la plenitud de la verdadera originalidad femenina. Esta original dimensión de la vocación de la mujer encuentra su expresión más elevada en la Virgen de Nazaret. En María, Eva vuelve a descubrir cuál es su auténtica dignidad y el sentido de su humanidad femenina.