EDUARDO JORDÁ (Palma de Mallorca, 1956) es un poeta tardío que no puede ser encasillado en ningún grupo poético. No escribe manifiestos, no defiende poéticas, no cree en teorías ni en programas estéticos (tampoco políticos, dicho sea de paso). El elogio que más le gusta es el que le oyó decir a un profesor de Estética: «Pareces un poeta extranjero». Y lo único que tiene claro es que un poema debe contener emoción, inteligencia y música, por este orden. Jordá cree que se puede hacer poesía con cualquier cosa. Le gustan los pájaros, el rock de los 60 y primeros 70, el valor, Irlanda, los westerns, las lagunas, las nubes, el cielo de septiembre, el surf, la poesía de Osip Mandelstam, la poesía de R. L. Stevenson, la poesía de Czeslaw Milosz, los recuerdos de sus familiares muertos, la ciudad de Palma... Sobre estas cosas, y muchas más, escribe su poesía. No necesita nada más. Ni nada menos.