"Pocos son los libros recientes de poesía española en los que, como en éste, los lectores se enfrenten a un ejercicio de profunda exploración de la identidad, tanto en lo que respecta al poema como en lo referido al sujeto poético. O lo que es lo mismo, la relación entre el proceso de escritura y la persona que ejecuta el poema: Hay temblores donde no tiembla / la tierra. // Donde hubo pies. Jiménez Paz hinca su escritura en el temblor, en lo incierto. Con firmeza y a sabiendas, no se esconde. Nos viene a decir: quien escribe ha de ahogarse en la palabra para conseguir que la palabra lo diga a él, lo escriba. Sabe de los peligros y los acepta. Más allá de adscripciones baladíes, del pensamiento poético vanguardista hoy nos queda la inquieta mirada (...). Quien escribe está siempre al borde de callar. Las certezas son un extraño objeto que quedó perdido en el pasado y, por tanto, que ahora se confunde en el olvido y la mentira: Antonio Jiménez Paz halla espacio y poder poético cuando su palabra emerge de tal quiebro latente de la vida. Casi todo es mío, declara, para inmediatamente afirmar que sólo él mismo se escapa de esa propiedad demasiado suya. Antidio Cabal, poeta por quien Jiménez Paz siente un profundo respeto y admiración escribía en 1961: La identidad / no es el prototipo del universo / al universo le quitas una hoja y es otro / y le quitas otra hoja y es otro / y otra y es otro. Ciertamente, si a la identidad se le fuera deshojando con morosa pasión, de ella qué quedaría, qué cambiaría. Aun sin conocer el poema previamente, Antonio parece haber escrito cuarenta años más tarde con Casi todo es mío el reverso oculto de esos antiguos versos de su amigo: Tendré de todo / pero de mí apenas nada. /.../ Mis ojos sí. / Su mirada / no. Sea pues éste el camino para el poeta, el más incierto y bello: el ir desconociéndose."