Durante más de treinta años de vida y viaje entrelazados, IgnacioJáuregui no ha dejado de retornar a Venecia, atrapado por un campomagnético sutil pero invencible. En la primavera de 2021, con laciudad abierta pero casi vacía tras el tímido levantamiento de lasrestricciones por la pandemia, se le presentó una oportunidad única de saldar cuentas con esta ciudad esquiva que parece guardarse siempresus tesoros últimos. Desde este afortunado extrañamiento pudo por finordenar percepciones presentes y pasadas en un asedio sistemático. Sus paseos configuran una doble espiral metafórica (hacia fuera, como unsacacorchos, hacia dentro como un berbiquí) entre la ciudad fastuosaque deslumbra a los visitantes y la más cotidiana que se esconde aveces a plena luz, entre el núcleo monumental y los bordes difusos,entre el momento fantasmal de toque de queda nocturno y los recuerdossuperpuestos, entre la mirada directa y el filtro de las lecturasevocadas. Seguirlo en su recorrido es dejarse arrastrar por el estilovibrante y depuradísimo de un heredero contemporáneo de la estirpe deescritores que a lo largo de los siglos han fatigado, con emociónrenovada, las mismas calles y canales.