Jardiel Poncela ha recreado a Dios a imagen y semejanza del hombre, aunque uno diría que la humanidad entera le cae mal y, en cambio, el Todopoderoso le cae simpático. Así lo señala en la dedicatoria a esta, su cuarta y última novela larga, publicada por primera vez en 1932. Propaganda «beata» según algunos (era el momento de la República), le serviría al franquismo para censurar al autor y a la Iglesia para prohibir su entierro en sagrado. Discrepancias que, desde luego, condicen la grandeza de esta novela, según muchos la mejor de Jardiel. En ella, Dios visita la Tierra unos días, pero la ¿tournée¿ acaba en desastre. Hasta los milagros le saldrán mal.
A quien ya conozca el humor de Jardiel y a quien se haya reído con la gracia involuntaria de ciertas religiones; a quien en secreto o abiertamente necesite a Dios; al que descrea; al agnóstico que ame la literatura y a quien no lea. A todos ellos quizá les guste esta novela. Seguro que a los demás también.