Nadie puede vivir su muerte, pero mediante el distanciamiento de la escritura uno
puede enajenarse de sí y empezar a morirse por propia cuenta. Es lo que, ante su trance
supremo, hace el anciano cuyo testamento ha conformado este libro: desprenderse de sí
en un ejercicio de pensamiento preparatorio para la muerte. Veremos a este pensador
anónimo desprenderse de los avatares que compusieron su vida, de la angustia del tiempo
que lo aguijoneó con sus afanes, del miedo a la muerte sentida como misterio; lo veremos
liberarse de los vínculos que lo ataron y del bagaje formado por sus palabras y sus ideas,
por sus secretos y sus mentiras; lo veremos posar su mirada en las cosas del mundo, en
los lugares y en los momentos, para forjar una ontología a la luz de su ocaso íntimo; lo
veremos analizar lo que integra su ser personal y único, mientras lo va perdiendo; en fin,
veremos a un hombre que, haciendo hora para la muerte, se pregunta por el sentido de
todo a fin de liquidar sus últimas inquietudes y asegurarse un ánimo tranquilo con que
morirse. El libro constituye una muestra de filosofía cotidiana, sentida al filo de lo vivido.
Por ello rezuma una cercanía que provocará en el lector la impresión de una filosofía
novelada.