El siglo XX ha sembrado más odio que cualquier época anterior. Vivimos en un mundo violento, en sociedades que favorecen el enfrentamiento: la agresividad es un valor en alza; se incrementan los casos de maltrato doméstico y escolar; los jóvenes se autoafirman difundiendo sus proezas sádicas a través del teléfono móvil; aumentan las respuestas de ira descontrolada en el tráfico; crece el acoso laboral. La crueldad se multiplica en forma de terrorismo, secuestros o asesinatos. La OMS ha declarado que la violencia se ha convertido en un problema de Salud Pública en todo el planeta. Nos toca luchar con optimismo y esperanza por un futuro mejor. Y para eso necesitamos conocernos mejor y asumir las limitaciones propias de la condición humana. Tomar conciencia del riesgo que supone la ola de hostilidad que nos ahoga. Recuperar la función educativa de calidad para alumbrar nuevas generaciones más tolerantes, inclinadas a la cooperación, y preparadas para solucionar los conflictos de forma pacífica. A estos objetivos se dedica esta obra en la que el autor pretende involucrar a los lectores en la lucha contra la violencia. Moverles de sus cómodos sillones, despertar las conciencias anestesiadas por el bienestar, y animarles a tomar postura.