Es el teatro breve uno de los más fascinantes géneros literarios de la Edad de Oro de nuestras letras. Entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas pusieron la sal y la pimienta a esa fiesta total que fue en aquella época el teatro. Lo desvergonzado de sus asuntos, el carácter transgresor de sus temas, el pintoresquismo de los personajes y, sobre todo, la radical teatralidad de su lenguaje hicieron de estas formas breves -herederas de arcanos ritos carnavalescos- un verdadero canto a la libertad y la imaginación en escena. A ese canto contribuyeron autores mayores -de Cervantes a Calderón- y otros muchos menos conocidos pero que, junto a aquellos, supieron derrochar talento e ingenio en la composición de estas piezas, destinadas a gozar siempre de la estima y el reconocimiento de los grandes nombres de nuestra historia teatral, desde Ramón de la Cruz a Federico García Lorca y Francisco Nieva.