Housman (1859-1936) es buen ejemplo de que a veces el poeta no se corresponde con el hombre que habita. Otros ejemplos pueden ser acaso el vanguardista catalán J.V. Foix y el alemán Gottfried Benn. Como ciudadano Housman fue hombre recto, amante de costumbres rígidas, que creía firmemente en que la injusticia y la esclavitud resultaban imprescindibles para que la sociedad civilizada se mantuviera y procurara a la gente de su posición la paz que disfrutaban. Como poeta, sin embargo, Housman detestaba las leyes de los hombres y las de su Dios, abominaba de las costumbres que impedían a un hombre confesar abiertamente sus preferencias sexuales, e infligía a la sociedad en la que le tocó vivir epigramas que destilaban cinismo y resentimiento. W.H. Auden, reseñando el libro que sobre Housman redactara su hermano Laurence, destacó que pocos hombres habían mantenido en su interior, tan claramente apartados, al Jehová y al Satán que todos llevamos dentro. Incluso en las disciplinas literarias que frecuentó, Housman supo distinguir su Jehová de su Satán. Mientras al primero le correspondía el estudio minucioso de los clásicos latinos que anotaba para consumo de oscuros eruditos, el segundo mostraba su desdén por los aspectos intelectuales de la poesía, y abogaba por la sobriedad y la sencillez del pensamiento poético como vehículos imprescindibles para expresarse en verso.