Una noche otoñal de 1940, la alta sociedad se divierte en una brillante fiesta en el hotel Ritz de Madrid. Hace más de un año que ha terminado la guerra y aristócratas y nuevos jerarcas del régimen ansían distraerse y lucir sus mejores galas, ajenos a las penurias del resto de los españoles. Una mujer destaca por encima de todas: alta, rubia y con un vestido de su modisto y amigo Balenciaga, su belleza no tiene rival; es Sonsoles de Icaza, esposa del marqués de Llanzol. De pronto, su mirada se cruza con la del hombre del momento: el flamante nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Súñer. Ambos destacan como faros entre la multitud que les rodea y su irresistible atracción será, desde ese momento, inevitable. En un país devastado y en un ambiente de falsa neutralidad, con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, y los nazis y aliados buscando el apoyo de España y del todopoderoso «cuñadísimo» de Franco, la marquesa y Serrano Súñer vivieron una pasión clandestina. Un amor prohibido que dio su fruto con el nacimiento de una niña: Carmen Díez de Rivera, figura de enorme trascendencia treinta años después durante la Transición. Aunque su padre nunca la reconoció legalmente, el escándalo fue tal que le apartó del gobierno para siempre y ambas familias ocultaron el asunto como si nunca hubiera existido.