El gran dios del Firmamento tuvo una preciosa hija, Tanabata-Tsumé, que pasaba los días tejiendo vestidos para su augusto padre. Este trabajo le producía gran encanto, y pensaba que, en el universo, el mayor placer que existía era tejer... Pero una vez, al sentarse delante del telar a la puerta de su celestial morada, vio a un bello joven campesino que, conduciendo a un buey, daba por allí, y se enamoró de él. Y sucedió que el augusto padre de Tanabata adivinó el secreto de su hija y le dio por marido al bello joven campesino. Los amantes recién casados se posesionaron tanto uno de otro, que descuidaron sus deberes hacia el gran dios del Firmamento. Ya no volvió a oírse el zumbido de la lanzadera, y el buey, abandonado, erraba tristemente por las llanuras del cielo. Esto disgustó al gran dios, que desunió a la pareja. Fueron condenados a vivir lejos uno de otro, con el Río Celestial por medio; sólo les sería permitido reunirse una vez al año: la noche séptima del séptimo mes.