Tras la muerte de su padre en accidente de tráfico, Toni Pfluger quiere vender la casa de campo de su familia. Una mujer extraña acude a ver la finca y se muestra interesada en adquirirla. Nadie se da cuenta de que se trata de Elisabeth, que antaño había estado casada con el padre de Toni, y que abandonó marido, hijo y amante porque no quiso resignarse a ser objeto de proyecciones ajenas ni a buscar pretextos para su amor y muchos otros sentimientos. «En aquella época todavía no sabía que un esclavo tiene que entender y hablar el lenguaje de su amo si pretende defenderse medianamente en el mundo de éste. Sólo mucho más tarde comenzó a hacer suyos los temas sobre los que se podía conversar con los hombres. Sus conocimientos, si bien superficiales, bastaban para entender la jerga de comerciantes, políticos y artistas. Así se ganó la fama de ser una mujer con la que se podía hablar como con un hombre, y desde entonces sus empresas se vieron coronadas por el éxito.»