Stuart Hampshire, uno de los más importantes filósofos contemporáneos, sostiene que la justicia no es armonía, sino conflicto. En La República Platón estableció la analogía entre el conflicto del alma y el conflicto de la ciudad. La solución de Platón exigía que la razón impusiera el acuerdo y la armonía sobre las pasiones en conflicto. Esta búsqueda de la armonía ha constituido la principal tradición de la filosofía política, hasta llegar a la teoría liberal contemporánea, que forma parte de ella. Hampshire socava esta tradición al distinguir entre la justicia procedimental, que exige que sean oídas ambas partes en un conflicto, y la justicia sustantiva, que siempre es controvertida. La racionalidad en el pensamiento privado consiste en el razonamiento entre adversarios y lo mismo ocurre en los asuntos públicos. El conflicto supone apertura, diversidad y el cuestionamiento de la autoridad. El conflicto moral es eterno y la argumentación institucionalizada es su única limitación universalmente aceptable y la única alternativa a la tiranía. En La justicia es conflicto, Stuart Hampshire aboga por la conservación del conflicto, moderado por procesos justos.