Se trata de un ensayo en el que se aborda la problemática de la mujer que siempre ha girado en torno a la bipolaridad de los sexos. Victima en tiempos pasados de injustas desigualdades y discriminaciones, mientras que en la actualidad se le niega el derecho a ser diferente, convirtiéndola en sujeto asexuado. El drama de la mujer viene condicionado, bien por el olvido de que es persona o bien de que es femenina. El autor parte de convencimiento de que «persona femenina» es la definición que corresponde a la mujer, y que hace de ella un sujeto equiparable al hombre en dignidad y derechos, sin dejar por ello de ser diferente a él, lo que sitúa a ambos en el terreno de la mutua complementariedad y sobre todo permite abrigar esperanzas de que nuestro mundo masculinizado asuma un día los valores femeninos de que hoy carece, algo que puede llegar a suceder, cuando la mujer se reencuentre consigo misma, deje de ser una mala imitadora del hombre y se decida a compartir responsabilidades y protagonismo, juntamente con el hombre en la construcción de un mundo donde quepamos todos.