En Los dominios del cóndor, se aventura Rafael Guillén en el sugestivo mundo poético del espacio, abordado en su concepción abstracta, como entidad ilimitada e indefinida, aunque también materializado, ideológica y poéticamente, cuando entra en relación con el ser humano, sus formas de manifestarse y el medio cotidiano en el que se desenvuelve. Espacio que en el universo se traduce en distancias, entre las cosas en huecos, entre las palabras en silencios y entre los hombres en desunión. Espacio que, en el amor, sería la imposibilidad de una total fusión con el ser amado. Y es precisamente el amor el hilo que sutilmente enlaza y da luz a los poemas. Estructuralmente, dentro de la obra del autor, este libro se debe incorporar a Límites y a Los estados transparentes para completar la trilogía, hace tiempo proyectada, sobre el tiempo, la materia y el espacio. Quedaría así su anterior libro Las edades del frío no como tercer elemento del conjunto (tal como el mismo autor pensó en un principio), sino como coda y como complemento de éste, pues indaga en los tres temas fundamentales, los enriquece e, incluso, completa la ecuación con un cuarto, el movimiento.