Después de un tiempo de incertidumbre en cuanto a su idioma de creación tras su afincamiento forzado en Francia en 1939, Jacinto Luis Guereña, que pudo volver a pisar tierras españolas a partir del año 1956 pese a seguir viviendo en el país vecino, se afirmó cada vez más como poeta de raigambre española. Por la fecha de nacimiento, es contemporáneo de los poetas del medio siglo, compartiendo con ellos las mismas preocupaciones político-sociales, pero con una estética muy diferente. Apenas aflora la nostalgia exasperada y la continuación del activismo extemporáneo que caracterizó a gran parte de los poetas de la diáspora; su sensibilidad lo orienta más bien hacia una metafísica de la pérdida, que encuentra un alto grado de metaforización de corte barroco, plasmado en una amplia fluidez recitativa, una manera que le diferencia de lo que escribían sus contemporáneos de dentro y de fuera. Aunque solía decir que no se consideraba «un poeta del exilio», su obra ocupa un lugar destacado en la lírica del exilio cultural del 39. Sea esta antología la oportunidad de un merecido rescate.