Siempre, desde muy pequeño, el protagonista de Un secreto creyó que tenía un hermano. Su vida en París transcurre tranquila, tal vez demasiado silenciosa, junto a sus padres, Maxime y Tania ?judíos que escaparon del destino que les estaba reservado?, muy enamorados y amantes de los deportes, tan atléticos que el niño se imagina que se conocieron en un estadio o al borde de una piscina. Y él, escuálido y enfermizo, se inventa un hermano fuerte y guapo con el que jugar y, sobre todo, pelearse. Su adolescencia en la Francia de posguerra no le permite sospechar ningún secreto, ninguna mentira. Y nunca habría sabido que, efectivamente, existió alguna vez un hermano de no ser porque, cierto día, a sus quince años, tras un altercado en el colegio con motivo de un reportaje sobre el Holocausto, Louise, una anciana enfermera vecina de la familia, le contó la verdadera historia de Maxime y Tania. Una historia dramática, que ocurrió durante la Ocupación, y tan dolorosa que hasta ese momento todos ?sus padres, los abuelos, sus tíos y tías? se la habían ocultado.